CEMBADA: Zanja en cada uno de los lados de un camino o tierra de labranza para recibir y desaguar las aguas (DEL VOCABULARIO PARAMES).
De igual forma que la "Cembada" este BLOG va recibiendo las aguas de mis impulsos e ideas.

viernes, 2 de mayo de 2014

Mis propios libros: LA PUERTA PARAMESA

"LA PUERTA PARAMESA"

A finales del año pasado publique en formato ebook el segundo de mis libros "La Puerta Paramesa" el cual podéis adquirir a través del siguiente enlace: http://www.casadellibro.com/ebook-la-puerta-paramesa-ebook/9788483260616/2218150. A continuación os presento el primer capítulo, como muestra. Espero que sea de vuestro agrado.


1-LA DECISIÓN

El paso de los años había deteriorado aquella magnifica  joya del barroco que encerraba la Iglesia de la Villa. Muchos fueron los intentos para restaurar aquel maravilloso retablo que adornaba el altar pero al final todo quedaba en nada. Eso sí, el exterior del Templo parroquial dedicado a la “Asunción de la Virgen María” había sido realizado con éxito y aprobación.
Ahora era el momento de dar el paso definitivo. Buscar el “maestro restaurador” y con aquella ayuda que facilitaba el gobierno de la Junta empezar la rehabilitación de los retablos que encerraba el Templo.
El vicario se había encargado de entrevistarse con diferentes restauradores, algunos de la propia provincia y otros de fuera. Había acudido a sus talleres en alguna ocasión y con los que más de acuerdo había estado, habían acudido más tarde a visitar la Iglesia, hablar con el párroco y valorar la obra a realizar. Tras analizar los presupuestos aportados y las restauraciones que proponían  cada uno de los maestros acordaron decidirse por Luis José Espada, un hombre de mediana edad, viudo recientemente y con tres hijos de los que cuidar. Residía en la ciudad, León, en un barrio periférico y con un pequeño taller en la planta baja de una casita de la cual no era propietario. De nuevo iría a visitarle don Braulio y le comunicaría la resolución tomada tratando de que empezase cuanto antes la obra.
En aquella mañana lluviosa de Abril llegó el vicario al local del restaurador, bajó del coche y abrió su inmenso paraguas negro. No tuvo dificultad en aparcar en aquella calle de nombre de Virgen. Llamó al timbre de la puerta y tras unos instantes le abrió un hombre de mediana estatura, abundantes entradas y poco pelo negro, delgado con una bata que en su día debió de ser azul pero que con el paso de los años y los materiales de trabajo ya no se podía ni asegurar su primitivo color.
El local tenía una primera sala amplia, repleta de bancos, mesas y caballetes donde reposaban herramientas, maderas, obras por restaurar, todo cubierto del fino polvo que da el trabajar con madera, piedra u otros materiales.
Al fondo había una pequeña habitación donde se podía ver una imagen sobre la que debía estar trabajando el restaurador.
Don Braulio fue recibido con un fuerte apretón de manos.
-      ¡Buenos días Luis José! Por decir algo pues la verdad es que de buenos no tienen nada.
-      Ya se sabe don Braulio: “En abril aguas mil”.
-      Bien, vayamos a nuestro asunto. Como ya le avancé por teléfono tenemos una buena noticia que darle. Hemos decidido que sea usted quien nos restaure los retablos.
-      ¡Si Señor! Una buena noticia. El trabajo es bienvenido.
-      Queremos que empiece lo antes posible. Si pudiese estar terminado antes de las fiestas patronales sería lo ideal.
-      Bueno, eso puede ser un problema. Ahora mismo estoy terminando unos trabajos en algunos pasos de Semana Santa y por lo menos hasta que no pase ésta no podré empezar.
-      Entonces ¿Cuándo podría comenzar?
-      Yo creo que podemos apalabrarlo para primeros de Mayo. Sí, en la primera semana de Mayo empezaría.
-      ¿Cree que podría concluirse para Septiembre?
-      Eso va a depender de lo que me vaya encontrando. En cinco meses si no se presenta ninguna sorpresa podría ser, pero casi nunca ocurre. Yo no contaría con ello, aunque puede ser.
-      Vale, de acuerdo. Haga todo lo posible. Quedamos pues en que empezará en Mayo. Le buscaremos un lugar en el que pueda vivir mientras realiza la restauración.
-      ¡Que sea baratita por favor! Aunque los fines de semana me volveré a León, a casa con mis hijos que aunque son mayores y se defienden solos, no me gustaría estar sin verlos.
-      No se preocupe Luis José, no será caro. Los pagos ¿cómo quiere que sean?
-      Una cantidad fija mensual, para poder vivir, y el resto al terminar la restauración.
-      Nos parece aceptable.
Don Braulio se levantó de la silla que le había ofrecido Luis José y con otro apretón de manos se despidieron.
Quedaba pues todo apalabrado y en espera de la llegada de Mayo.
Cuando el vicario salió a la calle había cesado la lluvia lo que no impidió que volviese sobre sus pasos para recoger el paraguas que había dejado olvidado en el taller.
Ya en el coche, arrancó y se dirigió hacia la carretera de circunvalación cercana a Puente Castro, de allí fue a salir en Armunia dirigiéndose hacia la carretera de Zamora donde tomó el desvío hacia Santa María del Páramo y la Bañeza.
Treinta y dos kilómetros y llegó a Santa María donde se reunió con el párroco D. Sebastián al que informó de todo lo acaecido en el taller del restaurador. La Semana Santa estaba cercana y los preparativos iban tocando a su fin. En siete días el pueblo Paramés estaría en plena celebración religiosa, mucho más religiosa y con menos parafernalia que lo que se representaba en las grandes localidades pero no por ello menos importante y vistosa. La Iglesia contaba con importantes imágenes que hacían desfilar por las calles del pueblo para que paisanos y foráneos pudiesen disfrutar de su adoración.
También contaba la villa con un par de cofradías que acompañaban con sus trajes nazarenos a aquellas imágenes: La Soledad y Jesús Nazareno.